6.4.1. LOS INICIOS DEL MOVIMIENTO OBRERO ESPAÑOL: LAS CONDICIONES DE
VIDA DE OBREROS Y CAMPESINOS.
En
las ciudades existían los obreros que trabajaban en las modernas
fábricas y en las minas y los empleados del sector servicios del que
formaba parte el servicio doméstico, muy abundante en aquella época.
La clase obrera fue el grupo más
importante de cara al futuro, aunque su número era exiguo debido al bajo nivel
de industrialización. La supresión de los Gremios acabó con los sistemas de
protección y defensa de sus condiciones de trabajo.
Las
jornadas superaban las doce horas y las mujeres y niños trabajaban por menos
salario. En las fábricas escaseaba la higiene, la seguridad.
Los
jornaleros en el campo vivían aún peor, pues pasaban hambre y no eran
propietarios de las tierras que trabajaban. Muchos huían a las fábricas a
trabajar.
6.4.2. LA ASOCIACIÓN INTERNACIONAL DE TRABAJADORES Y EL SURGIMIENTO DE
LAS CORRIENTES ANARQUISTA Y SOCIALISTA.
Desde
mediados de siglo los obreros iniciaron las primeras formas de organización
obrera en asociaciones de ayuda mutua,
para estar protegidos en caso de enfermedad o pérdida de trabajo. Las leyes no
permitían el asociacionismo, salvo en los periodos de poder progresista. La
reivindicación de este derecho se convirtió en un objetivo prioritario.
El
Sexenio significó una etapa de toma de conciencia política y organizativa y el
momento de asimilación de las corrientes ideológicas que se manifestarían de
manera más clara a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX. Se
reconocieron los derechos de expresión y asociación. Esto facilitó la llegada a
España de las ideologías obreristas que
circulaban por Europa. En 1871 se formó en España una sección de la AIT
(Asociación Internacional de Trabajadores), lo que dio a las luchas obreras un
contenido más internacional, autónomo y revolucionario, tanto de carácter marxista como anarquista.
*
Marx defendía que la clase
obrera se tenía que organizar en un partido propio para conquistar el poder del
estado e implantar un periodo transitorio, la dictadura del proletariado,
durante el que se utilizarían todos los instrumentos de estado burgués
para despojar a la burguesía de los
medios de producción, para lograr la igualdad social.
* Bakunin
rechazaba la participación política, preconizaba la
eliminación del estado, de la propiedad privada y de cualquier forma de
autoridad, al tiempo que proponía un modelo de organización basado en comunas
libres. Las diferencias entre ambas propuestas provocó la escisión de la AIT.
En
España el anarquismo tuvo fuerza en Andalucía, Aragón, Cataluña y Valencia; los
marxistas en Madrid, Vizcaya, Asturias.
En
1879 se fundó el Partido Socialista Obrero Español,
formado por 25 personas (20 obreros y 5 intelectuales) presidido por el
tipógrafo gallego Pablo Iglesias. Hasta 1881 no pudo ser legalizado, al amparo
de la Ley de Asociaciones del gobierno liberal de Sagasta. El PSOE creció
lentamente. En 1888 creó el
sindicato UGT, según la doble
organización del marxismo. La organización sigue el modelo alemán: un partido
jerarquizado y disciplinado, que aspira a una nueva sociedad igualitaria, pero
mantiene su trabajo en una doble dirección: sindical, para mejorar las
condiciones de trabajo y de vida de la clase obrera; y política, participando en
las elecciones, para introducir reformas en el parlamento. Este último aspecto
es casi imposible en un sistema político como el español, basado en el turno de
partidos y la manipulación electoral. Hasta 1910 no llegó un diputado
socialista, Pablo Iglesias, al Parlamento. Su acción se centró en las Casas del
Pueblo, centros de reunión con fines políticos, educativos y sociales.
Siguiendo las indicaciones de la II Internacional lanzó campañas reivindicando
la jornada laboral de 8 horas, que se realizaron el 1º de Mayo, por primera vez en 1890, con un
importante nivel de participación en Madrid y Barcelona.
Más adelante, la revolución rusa provocó
una nueva escisión en el movimiento obrero. En 1921 se creó el Partido
Comunista de España (PCE), que se adhirió a la III Internacional.
Los
anarquistas tienen organizaciones
más dispersas, en parte por su propia ideología. Anselmo Lorenzo, también tipógrafo, fue el
gran propagador del anarquismo. Algunos sectores minoritarios adoptaron las
ideas de “propaganda por el hecho” o la “acción directa” que les llevó a protagonizar acciones
terroristas (bomba del Liceo, asesinato de Cánovas del Castillo por el italiano
Angiolillo, atentado contra Maura, o la bomba contra Alfonso XIII por parte de
Mateo Morral) En 1883 estalló el asunto
de la Mano Negra ,
una supuesta sociedad secreta anarquista que atacaba a los grandes propietarios
de tierra andaluces. A pesar de la falta de pruebas, y las sospechas de ser una
invención de los señoritos, se utilizó como pretexto para detener y condenar a
muchos anarquistas.
En
1911 se creó la gran organización
anarquista, la
Confederación Nacional del Trabajo (CNT), que en 1918 contaba ya con 700.000 afiliados. El modelo era
un sindicato único, que agrupaba a los obreros de los distintos sectores
económicos, y planteaba un sindicalismo revolucionario, que hacía de la huelga
general revolucionaria su principal instrumento de lucha. La
Dictadura de Primo de Rivera les condenó a la
clandestinidad. En la II
República y la guerra Civil los anarquistas tuvieron un papel
muy destacado.
También intentarían organizarse a finales de siglo sindicatos obreros de inspiración católica.
El Papa León XIII hizo una dura denuncia del socialismo y criticó algunos
aspectos del capitalismo. Con la Encíclica Rerum
Novarum trató de encauzar a través del Evangelio las mejoras en la vida de
la clase obrera. Sin embargo, los obreros no relacionaban catolicismo con
reformas sociales. De hecho, el principal sindicato católico, con implantación
entre agricultores castellanos, tenía entre sus dirigentes a miembros de la
nobleza. Las asociaciones católicas no llegaron a ser auténticos
sindicatos y ejercieron un escaso papel
reivindicativo.
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