viernes, 20 de enero de 2017

6.3. La caída de la monarquía isabelina

BLOQUE 6. LA CONFLICTIVA COSNTRUCCIÓN DEL ESTADO LIBERAL (1833-1874)
6.3.1. EL SEXENIO DEMOCRÁTICO: LA REVOLUCIÓN DE 1868 Y LA CAÍDA DE LA MONARQUÍA ISABELINA.
El Sexenio fue un periodo de fuertes cambios que constituyó el primer intento de establecer una democracia tal como se entendía en el XIX,  es decir, basada en el sufragio universal masculino. Comenzó con el destronamiento de Isabel II y concluyó con la proclamación de Alfonso XII como rey. En estos seis años se sucedieron una regencia, una nueva monarquía, una república, y, finalmente, la restauración de los Borbones.
El Sexenio comenzó  en Septiembre de 1868 con  la llamada Revolución Gloriosa que  provocó la expulsión del trono de Isabel II. Inicialmente fue un pronunciamiento militar que contó después con apoyo popular.
Las  circunstancias y factores que la causaron fueron varias.
1) Desde que O’Donnell y la Unión Liberal dejaron el poder en 1863 se abrió una crisis política: los gobiernos moderados fracasaron en su gestión económica e impusieron una política autoritaria y antipopular que generó una oposición cada vez más amplia.
2) En 1866 apareció una crisis económica mundial (reducción de plantillas en las fábricas y la subida de precios) que aumentó el malestar social. Progresistas, demócratas y, finalmente, los unionistas firmaron el Pacto de Ostende (1866) por el que se comprometían a expulsar del trono a Isabel II y a convocar unas Cortes Constituyentes por sufragio masculino.

La Revolución Gloriosa y el Gobierno Provisional (1868-1869)
En septiembre de 1868 se “pronunciaron” en Cádiz el general Prim y el almirante Topete. Las tropas enviadas por el gobierno para sofocar el levantamiento fueron derrotadas en el Puente de Alcolea (Córdoba) por el general unionista Serrano. Simultáneamente estallaron sublevaciones populares en las ciudades, con la formación de Juntas y grupos de la Milicia Nacional. El gobierno dimitió e Isabel II, que tomaba los baños en San Sebastián, huyó a París.
Los partidos firmantes del Pacto de Ostende formaron un Gobierno Provisional, con exclusión de los demócratas, que intentó calmar los ánimos populares con medidas como: la ampliación de las libertades, la supresión del impopular del impuesto de consumos, libertad de culto y otras, aunque exigió la disolución de las Juntas y de la Milicia Nacional. Así mismo convocó elecciones mediante sufragio universal masculino.
Las Cortes constituyentes elaboraron una una nueva Constitución (1869) que se considera la primera democrática. Establecía:
a) Monarquía parlamentaria democrática.
b) Proclamación de la soberanía nacional y de la división estricta de poderes: el legislativo correspondía en exclusiva a las Cortes y el ejecutivo al rey.
c) Limitación de los poderes de la Corona bajo el lema de “el rey reina pero no gobierna”.
d) Ampliación de los derechos y libertades ciudadanas, con sufragio masculino.
e) Separación de la Iglesia y del Estado.
Los aspectos más debatidos fueron la forma de Estado (monarquía o república)  y la cuestión religiosa.

La Regencia del general Serrano (1869-1870)

España era una monarquía sin rey. Se estableció una Regencia que asumió el general Serrano. El gobierno, presidido por el general Prim y con Figuerola como ministro de Hacienda, puso en marcha una política económica fuertemente liberal: impuso un arancel librecambista, liberalizó las explotaciones mineras (lo que permitió la entrada de numerosos capitales extranjeros) y puso en marcha la nueva moneda: la peseta.
Esta línea de actuación satisfacía los intereses de la burguesía representada por el partido progresista, pero no fue del agrado de los sectores republicanos y populares.
El gobierno tuvo que afrontar muy pronto la oposición de estos sectores que promovieron movilizaciones e incluso algunos intentos insurreccionales.
Al margen de estos problemas sociales, el asunto más acuciante para Prim era encontrar un rey para el trono español.
Se barajaron diversos candidatos: Espartero, Duque de Montpensier y Leopoldo de Hohenzollern. Finalmente Prim optó por Amadeo de Saboya, el hijo del rey de Italia Víctor Manuel, que acababa de lograr la unificación italiana.

6.3.2. LA BÚSQUEDA DE ALTERNATIVAS POLÍTICAS, LA MONARQUÍA DE AMADEO I, 1871-1873.
El reinado comenzó mal: pocos días antes de llegar a Madrid fue asesinado Prim, el jefe de gobierno que hubiera podido ser el principal apoyo de Amadeo.
Desde el principio este rey tuvo que hacer frente a numerosos problemas y a un amplio abanico de fuerzas opositoras:
a) La Iglesia, contraria a las medidas secularizadoras del Sexenio y reacia a aceptar al hijo de Víctor Manuel, el unificador de Italia que había suprimido los Estados Pontificios.
b) La nobleza, organizada en torno al partido alfonsino de Cánovas del Castillo y defensora, por tanto, de un monarca Borbón.
c) Los carlistas, defensores de los derechos de Carlos VII, se alzaron en armas en la tercera guerra carlista).
d) Los republicanos, opuestos a la monarquía, persistieron en sus intentonas insurreccionales.
e) El Movimiento Obrero revolucionario: la AIT (Primera Internacional Obrera) fundada en Londres en 1864, llegó a España en 1871 con planteamientos anarquistas que contribuyeron a elevar la conflictividad social.
f) Los independentistas cubanos iniciaron la primera rebelión contra la dominación española (“guerra larga” de 1868-78) complicando aún más el panorama político.       
          
A estos problemas  externos al sistema se agregaron otros provocados por los partidos que habían impulsado la Revolución gloriosa y apoyado la monarquía de Amadeo: el unionista, el progresista y el demócrata.
Éstos se reorganizaron en el partido Constitucionalista, dirigido por Sagasta, y el partido Radical, liderado por Ruiz Zorrilla.
Incapaces de acordar una política común para afrontar la debilidad de la monarquía, se enzarzaron en suicidas peleas partidistas, lo que produjo una gran inestabilidad política: en sólo dos años hubo tres elecciones generales y seis gobiernos. Amadeo, no viendo salida a esta situación, abdicó en febrero de 1873. Las Cortes aceptaron la renuncia, proclamaron la República y eligieron a Estaislao Figueras como presidente.

6.3.3. LA PRIMERA REPÚBLICA 1873.
El nuevo régimen heredó todos los problemas anteriores. En el exterior, sólo EEUU y Suiza reconocieron y apoyaron al nuevo régimen. La república era mirada con recelo en  Europa porque se asociaba al peligro de una revolución social. En el interior era rechazada por los carlistas y por los sectores más conservadores, que se iban organizando como alfonsinos  con apoyos importantes entre las clases medias.
Sus partidarios no tenían una visión común de lo que debía ser la república. Para la burguesía debía traer democracia, derechos individuales y desarrollo económico. Para el campesinado y los trabajadores urbanos debía aportar reformas sociales: reparto de tierras, mejores salarios reducción de la jornada laboral, eliminación de consumos y quintas. El propio movimiento republicano estaba dividido entre federalistas y unionistas.
Las elecciones constituyentes convocadas por el primer presidente, Figueras, fueron ganadas por el partido republicano federal que dirigía Francesc Pi y Margall. Convertido en el segundo Presidente, éste impulsó la elaboración de otra constitución (1873) que definía a España como una República democrática y federal constituida por 17 estados, entre ellos Cuba (era un último intento de poner fin a la rebelión independentista).
Estaba muy influida por la constitución estadounidense. Incluía una amplia declaración de derechos y la afirmación del Estado laico. El poder legislativo lo desempeñarían dos cámaras, ambas de elección directa, con un Senado formado por cuatro representantes por estado. La constitución no llegó a entrar en vigor. A comienzos de julio se desencadenó una insurrección cantonal.
6.3.4. LA GUERRA DE CUBA.
En Cuba existía un movimiento liberal de pequeños y medianos propietarios de la tierra que aspiraba a poder tener un mayor peso en la política. Ante la negativa española, el movimiento se transformara en una auténtica revolución independentista al “Grito de Yara”.
Coincidiendo con el Sexenio Revolucionario en la Península, la guerra estalla un 10 de octubre de 1868 con dos hechos a favor de los cubanos: la escasez de recursos militares por parte de España, y el interés y ayuda de EEUU a Cuba porque ansiaban controlar el negocio azucarero. Durará diez años, de 1868 a 1878 y termina con la firma de la Paz de Zanjón por el que el ejército independentista cubano se rinde ante las tropas españolas. En Cuba no se consiguió ni la independencia, ni la abolición de la esclavitud, pero com en otras ocasiones, la semilla estaba sembrada.
6.3.5. LA TERCERA GUERRA CARLISTA 1872-1876.
En 1872, tras la caída de Isabel II y la llegada de un rey extranjero Amadeo I,  el nuevo pretendiente, Carlos VII, volvió a levantar a sus partidarios, iniciándose la tercera guerra carlista. Los carlistas, arraigaron en el País Vasco y Navarra, estableciendo su capital en Estella, pero sin conseguir tampoco conquistar ninguna de sus capitales, aunque con la proclamación de la I República en 1873, consiguieron la adhesión de monárquicos, consiguiendo la expansión por parte de la meseta norte, sólo a partir de 1874, con la Restauración monárquica con Alfonso XII, fueron derrotados, meses después el gobierno abolía los fueros de Navarra y las provincias vascas.
La cuestión foral
El ministro de la Gobernación de María Cristina, Javier de Burgos, trató de rematar en 1833 el proceso de centralización política iniciado por Felipe V con los Decretos de Nueva Planta. Para ello estableció una nueva división del territorio español en 49 provincias que implicaba suprimir los Fueros  vascos y navarros. La evolución de la guerra carlista, sin embargo, llevó a la necesidad de firmar el Convenio de Vergara, según el cual el estado se comprometía a respetar los fueros siempre y cuando no entraran en conflicto con el orden constitucional. En teoría ello suponía eliminar las aduanas interiores, así como los privilegios fiscales y militares que habían venido disfrutando. En la práctica, Navarra perdió su condición de reino y sus Cortes, pero su contribución al estado en tributos fue mínima y en soldados nula. Las provincias vascas también perdieron su institución tradicional, las Juntas Generales, pero quedaron en una situación fiscal y militar similar a la de Navarra. Este régimen foral especial se mantuvo hasta el final de la tercera guerra carlista, cuando finalmente desapareció como consecuencia de la derrota del bando carlista en 1876.

6.3.6. LA INSURRECIÓN CANTONAL
Al  federalismo moderado de Pi y Margall se opusieron los  federales “intransigentes” o cantonalistas,  que defendían una federación española construida desde abajo: cada comarca o región debía constituirse en un “cantón independiente” que de forma voluntaria se integraría en la República federal.       
El movimiento cantonalista, extendido por el levante y el sur de España (el principal exponente fue el cantón de Cartagena y el de Málaga), hizo fracasar el federalismo moderado por lo que Pi y Margall se vio forzado a dimitir. 
Le sucedió Nicolás Salmerón quien, partidario de una república unitaria, recurrió al ejército para acabar con la insurrección cantonalista; pronto se vio obligado a dimitir por negarse a firmar unas sentencias de muerte exigidas por los militares. 
El cuarto presidente, el famoso orador parlamentario  Emilio Castelar, intentó establecer una república conservadora: restableció las quintas, suspendió varios derechos constitucionales y ordenó un alistamiento masivo. Logró sofocar el levantamiento cantonal, pero perdió una moción de confianza, ante unas cortes de mayoría federalista.
Para evitar el nuevo triunfo de los federales, el ejército dio un golpe de estado en enero de 1874; unidades de ejército ocuparon los puntos clave de la capital, mientras se estaba decidiendo en nuevo gobierno; el general Pavía entró en el Congreso (3 enero 1874), disolvió las Cortes y anunció un gobierno militar presidido por el general Serrano. El golpe estaba minuciosamente preparado por los militares y la oposición conservadora y acabó con la I República.
Serrano actuó en varios frentes: reprimió el cantonalismo y el movimiento obrero (ilegalización de la AIT) y trató de poner fin a las guerras carlista y cubana. Pero la República autoritaria de Serrano, de hecho una dictadura militar, estaba condenada al fracaso.
La burguesía, hasta entonces revolucionaria y a partir de ahora conservadora,  se unió a la nobleza, la Iglesia y los monárquicos.
Cánovas del Castillo fue aislando políticamente a Serrano y fue ganando  apoyos crecientes a la alternativa por él preconizada: la Restauración de la monarquía en la persona de Alfonso, el hijo de Isabel II.  
A finales de 1874 fue hecho público el Manifiesto de Sandhurst, firmado por Alfonso pero redactado por Cánovas. Pretendían una vuelta pacífica de la monarquía, dialogante y constitucional.   Pero el general Martínez Campos se pronunció en Sagunto  a favor de  Alfonso XII, dando paso a la Restauración.







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