miércoles, 18 de enero de 2017

6.1. El carlismo como último bastión absolutista

BLOQUE 6. LA CONFLICTIVA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO LIBERAL (1833-1874)

6.1. EL CARLISMO COMO ÚLTIMO BASTIÓN ABSOLUTISTA: IDEARIO Y APOYOS SOCIALES; LAS DOS PRIMERAS GUERRAS CARLISTAS. 

6.1.1. El carlismo como último bastión absolutista. 

El 3 de octubre de 1833 se publicaba el testamento de Fernando VII, en el que se nombraba heredera a la princesa Isabel bajo la regencia de María Cristina. Este hecho llevará a una serie de sublevaciones en las que se proclama rey a Carlos Mª Isidro, hermano de Fernando VII, y que suponen el inicio de las guerras carlistas, que no son una simple cuestión dinástica, sino el enfrentamiento entre liberalismo (isabelinos) y absolutismo (carlistas).  

5.1.2. Ideario y apoyos sociales.

En efecto, el carlismo se basaba en los siguientes principios políticos: 

- Mantenimiento de las instituciones y la estructura social del Antiguo Régimen: el absolutismo monárquico, los privilegios de la estructura social estamental y el poder de la Iglesia.  
- Restauración de la legitimidad dinástica al no aceptar el valor jurídico de la Pragmática Sanción.  
- Idealización del medio rural y rechazo de la sociedad urbana e industrial.  
- Defensa de las libertades forales atacadas por el centralismo y la uniformidad política y jurídica de los liberales: la defensa de los fueros se ha presentado a veces como rasgo más característico del carlismo, pero fue incluida por don Carlos un año más tarde en su programa y además en muchos territorios donde arraigó el carlismo no existía una conciencia foral.  

Sus bases sociales, poco homogéneas, eran las siguientes:
  
- Campesinado, sobre todo del norte, al empeorar sus condiciones de vida como consecuencia de las primeras reformas liberales.
- Artesanado urbano: su apoyo al carlismo se basaba en el rechazo a la incipiente industrialización.
- Clero y baja nobleza: pretendían mantener la situación privilegiada de la sociedad estamental y se vieron apoyados por el Vaticano, que hasta 1847 no reconoció a Isabel II.  
Geográficamente, existía un foco principal en el País Vasco y Navarra y núcleos en Aragón, el interior de Cataluña, el Maestrazgo y las dos Castillas.  En cuanto al régimen isabelino, desde el punto de vista social era apoyado por la burguesía, la alta nobleza y el ejército, creado después de la Guerra de la Independencia, que desempeñará un papel fundamental puesto que a partir de este momento se recurrirá a los militares para dar estabilidad al sistema político.          

6.1.3. Las dos primeras guerras carlistas. 

Primera guerra carlista (1833-1840).  

Es la más violenta e importante, con casi 200.000 muertos. En principio la iniciativa correspondió a los carlistas que proclamaron rey a Carlos Mª Isidro como Carlos V, controlaron el País Vasco, Navarra y comenzaron a extenderse por Aragón, Cataluña y Valencia. Su figura principal será Zumalacárregui, que organizará el ejército carlista y morirá en el sitio de Bilbao. Por parte isabelina, el personaje más importante es el general Espartero.  
A nivel internacional apoyaron a los carlistas las potencias absolutistas: la Santa Sede, Rusia, Austria y Prusia, además de Cerdeña y las Dos Sicilias, donde reinaba un hermano de Cristina, Fernando II. A Isabel II la apoyaron las potencias liberales: Francia (Luis Felipe), Inglaterra y Portugal (bajo la influencia británica), que firmaron con España la Cuádruple Alianza en 1834. El Reino Unido se comprometió a cooperar con una fuerza naval y en caso necesario Francia también con su ejército, además Francia impediría a los carlistas aprovisionarse dentro de sus fronteras. En todo caso la intervención exterior fue muy poco significativa.  
A partir de 1837, se produjeron victorias isabelinas y repliegue y agotamiento del carlismo. Además, dentro del carlismo se producen divisiones internas entre los partidarios del pacto y los apostólicos o ultras, que pretendían mantener las hostilidades.   
En 1839 se iniciaron las conversaciones entre el general liberal Espartero y el general carlista Maroto (antiguos compañeros de las guerras de independencia americanas). El 15 de enero de 1839 inició con él negociaciones: hubo desconfianza, enfrentamientos, e incluso fusilamientos de generales carlistas disconformes.   Al cabo de siete años de guerra, el cansancio y falta de dinero hizo que se empezara a negociar a espaldas de don Carlos. De esta forma el 30 de agosto de 1839 se firmó el Convenio de Vergara (el llamado “Ade Vergara"), fin de la Primera Guerra. 
En el Convenio de Vergara, Espartero se compromete a “recomendar” al gobierno la “concesión o modificación de fueros” (Artº 1) y al reconocimiento de los “grados y condecoraciones” de los oficiales carlistas, dándoles a elegir entre continuar en el ejército “defendiendo la Constitución de 1837” o “retirarse a sus casas” (Artº 2).  

La segunda guerra carlista, entre 1847 y 1849,  tuvo como principal escenario el campo catalán (los matiners o madrugadores), aunque hubo algunos episodios en otras zonas. El pretendiente era Carlos VI, hijo de Carlos María Isidro, en quien este había abdicado para propiciar su posible matrimonio con Isabel II. Finalmente este enlace no se lleva a cabo por lo que se cierra la posibilidad de que Carlos se convierta en rey de España por la vía pacífica.

Consecuencias de las guerras carlistas:   

- Inclinación de la monarquía hacia el liberalismo: a pesar de sus convicciones, la regente y después la reina hubieron de buscar el apoyo de los liberales ya que los absolutistas apoyaban al pretendiente carlista.
- Se acentúa el protagonismo político de los militares, que comenzó en época de Fernando VII. Ante la amenaza carlista, los militares fueron la pieza clave para la defensa del régimen liberal. Los generales (llamados “espadones”), conscientes de su protagonismo, se pusieron al frente de los partidos y se erigieron en árbitros de la vida política. El recurso abusivo a la práctica del pronunciamiento se convirtió en la fórmula habitual de instaurar cambios de gobierno o de reorientar la política durante todo el reinado.
- Los enormes gastos de la guerra provocaron serios apuros fiscales que influyeron, junto con toda una serie de circunstancias, en la puesta en práctica de ciertas reformas como la desamortización de Mendizábal.

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