BLOQUE 5. TEMA 5.2
EL REINADO DE FERNANDO VII: LA RESTAURACIÓN DEL ABSOLUTISMO; EL TRIENIO LIBERAL; LA REACCIÓN ABSOLUTISTA.
5.2.1. EL REINADO DE FERNANDO VII: LA RESTAURACIÓN DEL ABSOLUTISMO, 1814-1820
El fin de la Guerra de Independencia y la firma del Tratado de Valençay permitió a Fernando VII recuperar el trono de España. El motín de Aranjuez y las abdicaciones de Bayona, además de la ocupación militar del país por parte de las tropas francesas habían dejado el gobierno en manos de José Bonaparte, pero tras la derrota de Napoleón el gobierno volvió a los Borbones. Fernando VII desobedeció las instrucciones de las Cortes y en lugar de dirigirse a Madrid, desembarcó en Valencia. Pretendía comprobar los apoyos con los que contaba para acabar con el régimen liberal.
Cuando Fernando VII regresó a España, la nobleza y el clero expresaron públicamente, en el “Manifiesto de los Persas”, su voluntad de abolir la legislación de Cádiz y de restaurar la monarquía tradicional, así como la defensa de los privilegios estamentales; estos mismos grupos organizaron el recibimiento de “El Deseado” entre las aclamaciones de “¡Vivan las ‘cadenas’! y ¡Viva la Inquisición!” También el ejército y el pueblo llano apoyaban al rey.
La situación internacional, derrota de Napoleón y Restauración del Antiguo Régimen en Europa además de la debilidad del liberalismo español, facilitó las cosas: en mayo de 1814 Fernando VII suspendió las Cortes y derogó la Constitución de 1812 y todas las leyes sociales y económicas aprobadas en Cádiz: se eliminó la igualdad fiscal, se abolieron los derechos y libertades; y al mismo tiempo se restableció la Inquisición, La Mesta, los privilegios de nobleza y clero…Sólo se mantuvo la supresión de la tortura en los procedimientos judiciales, lo que no impidió su uso.
Fue un “golpe de estado” que consagró la supremacía de la España tradicional (negra) sobre la España liberal.
La situación económica de España en 1814 era muy grave:
a) La ruina causada por los seis años de guerra agravó la escasez de productos y aumentó el hambre y las penurias de la población.
b) La Deuda Pública, que venía creciendo desde las guerras del siglo XVIII, alcanzó un nivel alarmante. A todo ello se unió el estallido de los movimientos secesionistas en América. Fernando VII no puso en marcha una política eficaz para hacer frente a esta crítica situación.
Gobernó con un grupo de personas de su confianza “la camarilla”, integrada por clérigos, nobles reaccionarios, y personas de escasa formación. Su preocupación se centró en perseguir a los liberales, que se vieron forzados a marchar al exilio para escapar a la cárcel o a la muerte. El liberalismo arraigó sobre todo en la burguesía urbana y en aquellos sectores militares que habían participado más activamente en la guerra contra los franceses, sobre todo mandos intermedios cuya posición no dependió de su nacimiento. Los liberales se organizaron en sociedades secretas (Masonería, Comuneros, Numantinos y otras) para difundir sus ideas y organizar movimientos insurreccionales contra el absolutismo.
Entre 1818 y 1820 hubo varios “pronunciamientos” militares en favor de la Constitución de 1812, pero sólo triunfó el dirigido por el comandante Riego; éste encabezó en Cabezas de San Juan (Sevilla) la sublevación de las tropas que debían zarpar en Cádiz para combatir la rebelión de las colonias americanas. El levantamiento de Riego fue secundado en las ciudades españolas por sublevaciones populares que forzaron al rey jurar la Constitución de Cádiz en marzo de 1820; esto dio paso a un trienio liberal.
5.2.2. EL TRIENIO LIBERAL, 1820-1823.
El triunfo del levantamiento de Riego obligó al rey a jurar la Constitución de 1812 y convocar Cortes: “Marchemos francamente y yo primero por la senda constitucional.”
El gobierno liberal tenía que afrontar dos tareas: resolver los graves problemas económicos acumulados en las etapas anteriores y realizar la revolución liberal.
Por ello puso nuevamente en vigor la mayor parte de los decretos y leyes aprobados en Cádiz: suprimió vinculaciones y mayorazgo, redujo los diezmos, desamortizó tierras de la iglesia, y suprimió conventos; liberalizó el comercio, restableció las leyes de igualdad fiscal; mejoró la situación del ejército y amplió la educación.
La actuación del Gobierno se encontró con la oposición del rey que utilizó su poder de veto y pronto contactó con potencias extranjeras para pedir una intervención militar que restaurara el poder absoluto; y la de los sectores más perjudicados, nobleza y clero, al tiempo que los sectores populares no se mostraban muy entusiastas.
La división entre los propios liberales en moderados (burguesía más rica, partidarios de reforzar el poder real, y eliminar el sufragio masculino) y exaltados (con posiciones más avanzadas, representantes de sectores populares urbanos) no contribuyó al éxito de la experiencia.
Existían además otros problemas: la irreversible independencia de las colonias americanas y la oposición de los realistas, (clero y sectores más privilegiados) partidarios acérrimos del absolutismo, que se alzaron en armas contra el gobierno liberal.
El propio rey, a pesar de haber jurado la Constitución, buscó el apoyo de las monarquías europeas para que le repusieran con todos sus poderes. En el Congreso de Verona de 1822 la Santa Alianza decidió intervenir en España: al año siguiente un ejército francés “Los Cien Mil Hijos de San Luis” invadió España, ayudó al rey a recuperar el poder absoluto y dio fin al Trienio Liberal.
5.2.3. LA REACCIÓN ABSOLUTISTA, 1823-1833.
La reposición del absolutismo gracias a la intervención de la Santa Alianza supuso volver a la guerra abierta contra los liberales: ejecuciones de Riego, el Empecinado, Mariana Pineda, Torrijos, etc, exilio para muchos, cárcel y represión para otros.
Los liberales calificaron de ominosa o abominable a esta década. Ahora bien, la gravedad de la situación económica obligó a Fernando VII a cambiar de política: escarmentado por su pésima gestión en el primer sexenio - que había favorecido la revolución de 1820 - decidió poner en práctica algunas medidas que salvaran a la Hacienda española de la grave quiebra financiera que la embargaba. Para ello nombró a varios ministros burgueses, como López Ballesteros o Javier de Burgos, que adoptaron reformas económicas de carácter moderadamente liberal.
El infante don Carlos rechazó esta política reformista y acusó a su hermano de traidor a la “Santa Tradición”, creó el grupo de los Apostólicos, o realistas puros, y alentó el alzamiento de “partidas ultrarrealistas”.
A este conflicto inicialmente ideológico y político se agregó pronto un conflicto dinástico. Para asegurar la sucesión de su hija Isabel, Fernando decretó la Pragmática Sanción que derogaba la Ley Sálica de Felipe V. Don Carlos, que aspiraba a suceder a su hermano, rechazó la Pragmática y enconó el conflicto. Pero al morir Fernando en 1833, su viuda María Cristina de Borbón, asumió la Regencia en nombre de su hija, contando con el apoyo liberal a cambio de iniciar las reformas necesarias para acabar con el Antiguo Régimen. Disconforme con el curso de los hechos, don Carlos se alzó contra la Regente, apoyado por los partidarios del absolutismo más estricto, lo que dio comienzo a la I guerra carlista (1833-1840). Estas guerras suponen el enfrentamiento entre el Antiguo Régimen y el Liberalismo.
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