domingo, 20 de noviembre de 2016

4.2. La economía y la política económica: la recuperación demográfica; los problemas de la agricultura, la industria y el comercio; la liberalización del comercio con América; el despegue económico de Cataluña.

A) LA ECONOMÍA Y LA POLÍTICA ECONÓMICA: LA RECUPERACIÓN DEMOGRÁFICA

A partir de 1680 comienza en España una nueva fase de expansión demográfica tras superar un siglo de crisis económica, pestes y, por consiguiente, disminución de la natalidad y de los matrimonios.
A finales del siglo XVIII, y según el censo de Godoy, la población aumentará casi tres millones de habitandes, llegando a la cifra de diez millones y medio de habitantes. Ya se empieza a perfilar la distribución demográfica de la España actual al crecer mucho más la capital, Madrid, y la periferia.
La disminución de la mortalidad se debió a varias casusas: se van acabando las epidemias de peste negra al desparecer las ratas negras (ya vimos cómo se trasmitía la enfermedad); la menor presencia de guerras (y las que se van a desarrollar fuera serán menos devastadoras); y se intentan frenar las hambrunas importando trigo desde Sicilia, el llamado trigo de mar.




B) LOS PROBLEMAS DE LA AGRICULTURA, LA INDUSTRIA Y EL COMERCIO


  • La agricultura
Uno de los principales problemas de la agricultura, en el periodo del Antiguo Régimen, es que las dos terceras partes de la tierra estaban concentradas en las pocas manos de los privilegiados y eran tierras en poder de manos muertas, es decir, que no se ponían en el mercado para venderlas, estaban amortizadas

Podían ser: 

- Civiles, como los mayorazgos (las propiedades de la familia se transmitían desde la Edad Media al hijo mayor con el fin de evitar la disgregación de las fortunas, sólo se podían vender con permiso del rey); y los bienes comunales de los municipios que podían ser de aprovechamiento común y gratuito para todos los vecinos (prados, bosques), o tierras de labor arrendadas a particulares.
- Eclesiásticas: iglesias, monasterios, conventos y sus propiedades, hospicios, etc. lo que constituía un enorme patrimonio en gran parte donado por reyes y nobles.

Los terratenientes, es decir, la Iglesia y la nobleza solían arrendar la mayor parte de sus tierras en pequeñas parcelas a cambio de una renta y por un periodo limitado de tiempo (en Castilla diez años). Esto generaba un gran problema ya que las rentas eran tan excesivas que impedían a los campesinos invertir en mejorar las tierras. Por otra parte, tampoco tenían gran interés al no ser de su propiedad. El resultado eran continuas crisis de subsistencia lo que generaban hambrunas y mantenían estancado el crecimiento de la población.



Cuando en 1680 la población empieza a aumentar la nueva demanda hace que sea necesario producir más si no se quiere asistir a otra subida de los precios y es necesario hacerlo sin atentar contra los intereses de los privilegiados. Ante esta situación la política agraria llevada a cabo por Carlos III se limitó a una serie de medidas parciales:

a) Ley de 1770, que permitía arrendar nuevas tierras municipales a los campesinos que pudieran trabajarlas. La corrupción en los repartos hizo que fuese insuficiente y a la larga un fracaso.
b) Colonizar nuevas tierras planificadas y financiadas por la corona a partir de 1767. Como en el caso de Sierra Morena, donde seis mil colonos centroeuropeos (alemanes, flamencos y suizos) se asentaron en nuevos pueblos como La Carlota, La Carolina o La Luisiana con el fin también de repoblarlas y acabar con el bandolerismo que hacía muy insegura la travesía entre la Meseta y Andalucía.

Carlos III entregando las tierras a los colonos de Sierra Morena
Jose Alonso del Rivero, 1805.

Como el problema de la tierra requería una solución más profunda se sugiere un proyecto de Ley Agraria que nunca llegó a ser una verdadera ley. Los principales problemas de los que informa el ilustrado Jovellanos fueron: 

- Que las antiguas estructuras agrarias no habían sido reformadas.
- Que no existían redes de transporte modernas para comercializar (y los pocos excedentes los controlaban los grupos privilegiados, evitando así el libre comercio).
- Que tal situación hacía que, si se producían malas cosechas, se llevaron a cabo motines como el de Esquilache en 1766.


Gaspar Melchor de Jovellanos (1744-1811)

  • La industria
Algunos factores hacían presagiar un leve repunte de este sector en la península:

- El crecimiento de la población, además de aportar mano de obra para la industria, también demandaba más productos industriales.

- Los privilegiados también se podían permitir más productos de la industria al subir los precios agrícolas y aumentar sus rentas.

- Nuevas políticas borbónicas en América favorecerán allí la demanda de productos industriales españoles, lo que apenas había ocurrido en siglos anteriores.


La industria española en el siglo XVIII


Por el contrario la industria española, como la agricultura, también adolecía de importantes deficiencias:

- Una industria muy atrasada respecto a otros países europeos y con escasa mano de obra (en Inglaterra y Holanda se aprovechaba la tierra al máximo y no se veían tantos hombres sin ocupación como en España), el trabajo, lejos de desprestigiar, debía ser un honor.
- Los gremios eran un lastre por su poco academicismo y formación, estancaban el fomento de las artes y el libre comercio. Los oficios no se podían desarrollar por iniciativa privada y eso no estimulaba a los trabajadores.

Con una importancia mucho menor que en Inglaterra, poco a poco, irán escapando del control gremial nuevos sistemas como: el trabajo a domicilio (putting out system) preconizado por Campomanes para que los campesinos al llegar de su labor obtuvieran unos ingresos complementarios; la industria doméstica (domestic system) pequeños talleres familiares como la industria textil catalana, las ferrerías vascas o las sederías valencianas; y la industria fabril (factory system), es decir, asalariados en fábricas propiedad de un empresario capitalista, esa industria era casi inexistente salvo la industria algodonera catalana.


Pequeño taller familiar

Las tres medidas básicas que van a propiciar los Borbones con el fin de estimular la industria serán:

- El proteccionismo (doctrina económica que intentaba favorecer la producción nacional frente a la competencia extranjera haciendo pagar impuestos por la importación de productos extranjeros y favoreciendo los nacionales con medidas especiales). Se prohibió la importación de telas de Asia y se trató de favorecer la industria textil catalana más que a ninguna.
- La creación de manufacturas reales por iniciativa de los monarcas absolutos para la fabricación de objetos de lujo y para el consumo, en primer lugar, de los propios palacios reales pero también de la nobleza y el clero. Ejemplos fueron la Real Fábrica de Porcelana del Buen Retiro, la Real Fábrica de Cristales de la Granja o la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara. Acabarán fracasando por las técnicas poco productivas y por el excesivo precio de los productos.


Real Fábrica de Tapices

Real Fábrica de Vidrio de la Granja

Porcelanas de la Real Fábrica del Buen retiro en el Palacio Real de Madrid

  • El comercio
El comercio interior en el siglo XVIII era muy escaso salvo en Cataluña, la mayoría de los campesinos vivían del autoconsumo. Esto se agravaba por la difícil orografía del territorio español y las estructuras de comunicación claramente deficientes. El transporte básicamente se hacía en mulas y siempre que estas no se necesitaran para las labores del campo. Las dificultades en el transporte se pueden ver claramente a través de este ejemplo: si escaseaba el trigo en las zonas costeras, era más barato traerlo desde Sicilia (ya hemos hablado del trigo del mar) que trasportarlo por tierra desde Castilla.

En cuanto al comercio exterior, España seguía siendo un país claramente atrasado con respecto a potencias como Inglaterra, Holanda o Francia. Exportábamos materias primas a estos países, como lana y productos agrícolas, e importábamos productos manufacturados mucho más caros, fundamentalmente textiles y productos de lujo. De ahí el interés por crear las Reales Fábricas. Los nobles no tenían ningún interés en realizar actividades emprendedoras y no existía en España una importante clase burguesa para iniciar la expansión comercial.


Caminos de ruedas en 1758



C) LA LIBERALIZACIÓN DEL COMERCIO CON AMÉRICA

Con la llegada de los Borbones a España hay un cambio de mentalidad con respecto al comercio con América ya que se deja de ver a estas tierras como una simple fuente de metales preciosos, que sirven para financiar costosas guerras europeas. Lo que se pretende es explotar económicamente las colonias y hacerlas proveedoras de materias primas muy valoradas también como el cacao, el tabaco o el azúcar. Al mismo tiempo, estas tierras podían suponer un importante mercado para la venta de productos peninsulares. 
Las medidas que se van a llevar a cabo serán:

- Fijándose en fructíferas compañías inglesas y holandesas como la Compañía de las Indias Orientales inglesa y holandesa se desarrollarán otras peninsulares conocidas como compañías privilegiadas de comercio, un ejemplo será la Compañía Guipuzcoana de Caracas (1728), una compañía monopolística y privada a la que la corona concedió el comercio con Venezuela. Desde allí se traía cacao y tabaco y se enviaban productos manufacturados, sobre todo provenientes de la siderurgia vasca.


- Por otro lado, se adoptaron medidas liberalizadoras del comercio con América que permitieron aumentar y agilizar los intercambios:



  • Cádiz había sustituido a Sevilla a principios del siglo XVIII como ciudad de registro y embarque de mercancías. En 1735 se suprimió el tradicional sistema de flotas escoltadas por galeones de guerra por un sistema más ágil de registros en Cádiz que permitía a los barcos autorizados zarpar hacia América cuando querían.

  • Los decretos de 1765 y 1778 acabaron definitivamente con el monopolio comercial de Cádiz y se abrieron al libre comercio directo los demás puertos peninsulares. Así, se autorizó el libre comercio y directo desde nueve puertos españoles a cinco islas del Caribe: Sevilla, Cádiz, Málaga, Cartagena, Alicante, Barcelona, Santander, Gijón y La Coruña, que podían enviar expediciones de comercio a Cuba, Santo Domingo, Puerto Rico, Margarita y Trinidad, sin necesidad de hacer escala en Cádiz. Aunque este comercio estaba sometido a importantes restricciones para impedir que se extendiera a otros puertos no autorizados. Estas medidas tuvieron un carácter de ensayo, y con el paso del tiempo se fueron habilitando nuevos puertos tanto en la metrópoli como en sus colonias.

Aún así, América era un mercado demasiado grande para la escasa capacidad industrial de España, por lo que se exportaban fundamentalmente productos agrícolas y se recurría a enviar productos manufacturados extranjeros. No había una infraestructura portuaria ni de compañías de comercio capaz de acoger este volumen comercial. La insuficiencia de la industria naval española a lo largo de la carrera de Indias se demuestra al constatar que el 60% de los navíos que comerciaron con América eran extranjeros. Además, para muchos expertos, el volumen del contrabando superaba al del comercio legal.




D) EL DESPEGUE ECONÓMICO DE CATALUÑA

A diferencia del resto de España, Cataluña experimentó en el siglo XVIII un gran despegue económico que la convertiría en la región más avanzada y en la única preparada para iniciar la revolución industrial en la península.
Desde la Edad Media en el campo se imponen los llamados censos enfitéuticos, es decir una especie de arrendamiento de las tierras casi con carácter vitalicio a cambio de una renta fija por parte de los campesinos a los señores feudales. Con el paso de los años y la subida de los precios estas rentas fijas se habían convertido en cantidades simbólicas y los campesinos se sentían atraídos por realizar mejoras en lo que eran prácticamente tierras de su propiedad. El aumento de la producción agraria se traducía en un incremento también de la producción industrial y el comercio, porque se podía orientar la cosecha al mercado y no sólo al autoconsumo.
Poco a poco los beneficios se fueron invirtiendo en nuevas industrias, especialmente en el sector textil. La corona ayudó prohibiendo la importación de algunos productos extranjeros, como las telas asiáticas.
Por otro lado la liberalización del comercio con América y la apertura de nuevos puertos, resultó especialmente beneficioso para ciudades como Barcelona ya que aumentó considerablemente sus exportaciones de vinos, aguardiente y textiles.


Vista del puerto de Barcelona, grabado del siglo XVIII

No hay comentarios:

Publicar un comentario