1.
“Yo (…) me
refiero a esto que llaman problema religioso. La premisa de este problema,
2.
hoy político, la formulo yo de esta manera: España ha dejado de ser
católica; el problema político
3.
consiguiente es organizar el Estado en forma tal que quede adecuado a
esta fase nueva e
4.
histórica del pueblo español. Yo no puedo admitir, señores diputados,
que a esto se le llame
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problema religioso. El auténtico problema religioso no puede exceder los
límites de la conciencia
6.
personal, porque es en la conciencia personal donde se formula y se
responde la pregunta sobre
7.
el misterio de nuestro destino. Este es un problema político, de
constitución del Estado, y es
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ahora precisamente cuando este problema pierde hasta las semejas de
religión, de religiosidad,
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porque nuestro Estado, a diferencia del Estado antiguo, que tomaba sobre
sí la tutela de las
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conciencias (…), excluye toda preocupación ultraterrena y todo cuidado
de la fidelidad, y quita a
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la Iglesia aquel famoso brazo secular que tantos y tan grandes servicios
le prestó. Se trata
12.
simplemente de organizar el Estado español con sujeción a las premisas
que acabo de
13.
establecer (…)”.
Este texto
está realizado por Manuel Azaña que era un representante de las fuerzas de
izquierdas del momento por lo tanto el texto es una fuente primaria y de forma
narrativa, porque trata de informar de una realidad de su actualidad haciendo
referencia a momentos históricos y hechos concretos para hacer llegar su
mensaje. Es de carácter público y va dirigido en primer lugar a los diputados
en Cortes y en un segundo lugar a toda la nación.
El objetivo
del equipo de gobierno era la de reducir el poder económico y social de la
Iglesia católica. En 1931 había en España casi 110.000 religiosos, 32.600 del
clero secular y 77.000 del regular, pertenecientes a 42 órdenes masculinas y
178 femeninas; la proporción de religiosos por habitantes (uno cada 493) era la
más alta del mundo después de la de Italia; la Iglesia tenía aparte de
propiedades clericales también personales dentro del Patrimonio de la Iglesia;
además, de acuerdo con el Concordato de 1851, el Presupuesto del Estado era el
sostenedor de este Patrimonio, a lo que se añadían las aportaciones de los
fieles y las rentas. Sin embargo, la importancia de la Iglesia iba mucho más
allá de sus recursos económicos y humanos; su influencia radicaba en la
autoridad moral sobre la población, en la bien organizada red de instituciones
culturales y benéficas, de medios de comunicación y la participación
mayoritaria en el sistema educativo.
El autor
Manuel Azaña nació en 1880 en Alcalá de Henares, y murió en 1940 en Francia.
Fue un político y escritor español que desempeñó los cargos de Presidente del
gobierno en dos ocasiones (1931 y 1936), y Presidente de la República desde
1936 hasta 1939. Opuesto a la dictadura de Primo de Rivera, participó en el
Pacto de San Sebastián que debía acabar con la monarquía Alfonsina. Tras la
proclamación de la Segunda República comenzó su etapa política de mayor
relevancia, siendo el político más importante de este período histórico. Es
importante hablar de lo que significó para la época en la vivió ya que fue uno
de los principales representantes de la izquierda republicana y fundador de Izquierda
Republicana (1934).
Azaña da a
entender que el contenido del texto es político en vez de puramente religioso
de la línea 1 al principio de la 5. En esta parte del texto Manuel Azaña quiere
dar su punto de vista sobre el asunto dejando claro que es un problema político
porque España ha dejado de ser católica y por lo tanto no necesita conformar el
Estado junto a la Iglesia. De la línea 5 al principio de la línea 7 está
buscando reforzar la idea anterior dándole un significado más personal y menos
estatal al problema religioso de la época, el cual hace un tema secundario de
este. De la línea 7 a la línea 13 coge el tema de manera directa y deja claro
que el problema no tiene nada que ver con la religión sino político, sobre la
constitución del nuevo Estado haciendo referencia al antiguo Estado (Antiguo
Régimen). Un punto importante de estas líneas es que contrapone dos modos de
vida diferentes: el antiguo, en el que la religión no sólo estaba presente en
la vida de los creyentes sino en la vida de todos los componentes del Estado
(costumbres, vestimenta, trabajo, leyes etc.); frente al nuevo Estado, que
pretende que desaparezca la religión de la configuración del Estado para que no
haya nada más por encima de este, y que las preocupaciones de la población sean
más directas y se tomen más en cuenta sin despreciar a la Iglesia reconociendo
sus méritos pasados.
El texto
representa la preocupación de Manuel Azaña por la influencia católica en el
Estado y su voluntad de cambiarla quitándole relevancia en la política, que sea
la política la que supedite a la Iglesia y no al revés.
Sara García
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